
En 1949 se estrenó el film británico Kind Hearts and Coronets, aparecido en castellano como Ocho sentencias de muerte. Fue dirigido por Robert Hammer, que a su vez adaptó la novela Israel Rank: The Autobiography of a Criminal que Roy Horniman publicó en 1907. En sus papeles principales aparecen Dennin Price, Joan Greenood y Alec Guinness.

Un lord británico, en su última noche antes de ser ahorcado por asesinato, escribe sus memorias. En ellas relata el modo en que, procediendo de una madre aristócrata repudiada por su familia a causa haber contraído un matrimonio inconveniente, llegó a ascender al escala hasta llegar a heredar -contra todo pronóstico- el título nobiliario de la familia. Y todo por el procedimiento de ir eliminando, uno a uno, a cuantos le antecedían en la línea de sucesión: un total de ocho persona.
Ocho sentencias de muerte es reflejo del particular sentido del humor británico. La película no deja de mezclar situaciones de la mayor seriedad -incluso trágicas- con otras hilarantes. Guinness llegó a dar vida a los ocho personajes a los que el protagonista da muerte, de forma directa o indirecta.

La escena inicial, con el verdugo que llega a la prisión, me ha recordado a la película de Berlanga; solo que el personaje encargado de aplicar la máxima pena está revestido -en Ocho sentencias de muerte– de un cierto empaque, muy alejado del aspecto del verdugo español. La escena final a las puertas del presidio es un resumen del despropósito global y -como no, en esta época- está cargada de mensaje: quien la hace la paga, por uno u otro medio.
Un film para una agradable tarde, muy digno de ver.