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Cuando eramos pequeños, los de mi generación íbamos a la biblioteca pública a devorar los cuentos que no nos podíamos permitir en casa. Era un espacio de silencio y lectura, de recogimiento casi monástico. Hoy -ya lo he escrito en algún sitio- la biblioteca ha adquirido más funciones: aparte de lugar de lectura y de préstamo de publicaciones, es centro de actos y conferencias, club de prensa, taller de lectura infantil, aula de cursos diversos e -inevitablemente- sala de estudios. Es, además, un espacio bien calefactado o maravillosamente refrescado, según la estación del año. Sigue leyendo