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En la novela policial o policíaca, un personaje (ya sea un policía o un detective, u otra persona que asume las funciones que habitualmente se atribuyen a los primeros) debe resolver un delito que generalmente adquiere la forma de crimen. Es decir, alguien investiga un asesinato o, en su defecto, otro delito de cierta magnitud. La finalidad de la trama -planteamiento, nudo y desenlace- es la resolución del delito cometido. Como ejemplo, cualquiera de las novelas clásicas inglesas.
En la novela negra predominan la violencia y la corrupción. Los crímenes pueden ser extremadamente violentos y los personajes suelen ser gente derrotada; también pueden serlo los investigadores. Los personajes cuentan y los policías tienen una vida al margen de su profesión. Los buenos no son absolutamente buenos, sino que se mueven constantemente en el filo de la navaja y se nos presentan con sus virtudes y sus vicios. Y los malos tampoco han de ser absolutamente malos, aunque pueden ser extremadamente crueles.
La trama policial no es lo importante porque tampoco lo es la resolución del crimen: éste puede no quedar resuelto, o no satisfactoriamente resuelto. Lo realmente importante es la descripción de los submundos y de los ambientes sórdidos. Son novelas de ambiente oscuro. Como ejemplo, Los huesos del invierno, de Daniel Woodrell.
Entre la novela policial clásica y la novela negra en estado puro existen gradaciones y pueden entremezclarse géneros. Y hay sexo y hasta musicalidad: jazz.