Dicen que los policías que patrullan en automóvil llegan antes a las urgencias, pero pierden el contacto con lo que realmente pasa en la calle. Que la puerta del coche es como una barrera. Que el policía que patea la calle va más lento, pero es el que se impregna de lo cotidiano. Puede que sea cierto. Y hasta es posible que con el escritor suceda algo parecido.
¿De dónde sale lo que escribimos? De la imaginación, sin duda. Pero, ¿de dónde se nutre la imaginación?
Pienso que cualquier relato -hasta el más metido en ciencia ficción- bebe de lo culturalmente aprendido y de lo experimentado; de lo leído, visto o, en definitiva, vivido. Vamos, de lo que uno ha mamado. Escribe de lo que conozcas, chico, es la recomendación que te hacen. Sé de pocos policías escritores, pero deben ser muchos los escritores de novela policiaca que conocen a policías. De ellos -y de la prensa, los informativos y lo que han escrito otros- se nutren para conocer los procedimientos y el ambiente que les permite dar verosimilitud a sus relatos.
¿Y los escritores de novela negra?
La novela negra es de mayor profundidad en lo social, aunque la trama sea más sencilla; en ocasiones extremadamente sencilla, como adviertes cuando llegas al desenlace. Lo que importa, tal vez, no es tanto la intriga como el ambiente. El escritor investiga, pero también conoce los barrios, los locales de ocio, los lugares de alterne -los más bajos y los más elevados-; las costumbres y las emociones. Viaja en metro, se aloja en fondas, merodea burdeles; compra en tiendas de barriada y bebe en tascas de vino peleón.
El escritor no se mueve encapsulado en un coche patrulla, sino que patea las calles.
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